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Opinión

Bancos centrales necesitan mayor flexibilidad para combatir la inflación y no dañar el crecimiento

Bancos centrales

En la medida en que los bancos centrales luchan activamente para combatir la inflación global, el crecimiento económico se paraliza notablemente.

*Por Andy Haldane para el Financial Times.

Incluso los economistas son capaces de amar. Y yo amo los objetivos de inflación, habiendo estado involucrado en su diseño e implementación en el Reino Unido, y a lo largo de un variado número de países, por un periodo de más de 30 años.

Aún así, los recientes eventos [en la inflación mundial] han generado nuevas dudas sobre los objetivos de inflación, con la inflación en la mayoría de las naciones alcanzando varios múltiplos de los objetivos adoptados por los bancos centrales nacionales.

La evidencia de los últimos dos años sugiere dos lecciones para los creadores de políticas sobre dos “errores minimonetarios”. El primero es que los bancos centrales inicialmente fueron demasiado lentos en sus políticas de contracción monetaria o al momento de colocar altas tasas de interés. También hicieron diagnósticos errados y subestimaron los efectos de los precios de la energía.

El segundo es que los bancos centrales se involucraron en un juego de reducir la inflación a toda costa como una forma de recuperar su credibilidad. Esto llegó cuando la demanda se estaba estancando, haciendo que la situación para el crecimiento económico fuera mala. Esto ha dejado dudas sobre la sabiduría y sostenibilidad de las políticas monetarias contractivas.

Con todo esto sucediendo, muchos bancos centrales se encuentran luchando para comunicar sus intenciones. ¿La política monetaria debería permanecer (para frenar un daño mayor a la economía) o debería haber cambios (para frenar las presiones inflacionarias futuras)? Esta incertidumbre ha causado que los mercados financieros se mantengan laterales y volátiles, mientras que las expectativas sobre la inflación asciendes.

Lo que el mundo ha experimentado ahora es un cambio al alza en los niveles de los precios globales. Esto ha surgido como una consecuencia de la dislocación en las cadenas globales de suministros golpeadas por las disputas geopolíticas. En la medida en que las cadenas globales se han vuelto más fragmentadas y más frágiles, los precios se han movido constantemente al alza.

En ninguna otra parte estas presiones son más agudas que en la oferta del mercado laboral y las habilidades de las personas. Esto ha creado una presión agua sobre los pagos de los salarios como en los precios, lo cual resulta en precios globales al alza y persistentes. Las tasas altas y rígidas de las medidas de inflación básica atestiguan esta realidad.

Este cambio al alza en el nivel de equilibrio de los precios globales es una imagen espejo (contraria) de la era dorada de la globalización que ocurrió después de la segunda guerra mundial, cuando las cadenas globales de suministros se profundizaron y ampliaron, contribuyendo a que la inflación estuviera por debajo de su nivel objetivo en muchos países, incluyendo Japón, Estados Unidos y la eurozona.

Esa era dorada ha terminado ahora, porque las cadenas de suministros necesitan tiempo para repararse y reconfigurarse, particularmente para las personas y sus habilidades. La re-flación resultante se queda para persistir por un periodo que dura año, no trimestres.

Los choques y tensiones en las cadenas de suministros de este tipo colocan a los creadores de políticas económicas frente a un dilema. ¿Ellos tolerarán la inflación por encima de los objetivos – en línea con la inacción inicial de los bancos centrales recientemente? ¿O ellos continuarán incrementando las tasas de interés para contrarrestar los precios altos y constantes- en línea con su subsecuente hiper-actividad?

El camino recorrido hasta por los bancos centrales muestra que estas entidades se han movido únicamente en esas dos direcciones. Primero tratando suavemente la inflación y luego golpeando demasiado duro a la economía. La cuestión política, mirando hacia el futuro, es cómo prevenir la recurrencia de estos errores mini-monetarios en el evento de persistentes presiones al alza para los precios globales. Es decir ¿Continuarán los bancos centrales siendo demasiado duros, y en otras ocasiones demasiado suaves, al momento de enfrentar la inflación?

Un opción sería ceñirse a los actuales objetivos y explicar los brotes de inflación como una secuencia de sorpresas inesperadas en los precios. Pero dado que los futuros brotes no serían una sorpresa, ese enfoque se arriesga a una pérdida de credibilidad mayor para los bancos centrales.

Una segunda opción, sería cambiar permanentemente el nivel de los objetivos de inflación, digamos al 3 por ciento, reduciendo la escala de los futuros incumplimientos con los objetivos. Pero cualquiera que sean los méritos sustantivos de objetivos de inflación más altos, esto resultaría en un mal diagnóstico, en la medida en que el problema a la mano son los precios altos globales persistentes, no las tasas de inflación nacional.

Una tercera, y preferida, opción sería usar una flexibilidad natural al momento de establecer objetivos de inflación. Esto podría hacerse alargando de manera transparente el horizonte en el cual la inflación vuelve a su meta, digamos de uno a dos años, o de tres a cuatro. O, más radicalmente, dado que no podemos estar seguros exactamente de cuánto durarán los precios altos, suspender los objetivos de inflación por un periodo de tiempo, con la promesa de restaurar esos objetivos en el futuro más cercano posible.

Horizontes flexibles, en vez de objetivos fijos, sería algo que podría proteger a la economía en el corto plazo, mientras que se permite que la inflación se mueva por encima de sus objetivos durante el mediano plazo. Solo fue para tales momentos que los objetivos de inflación fueron concebidos como “discreción restringida”. Ahora es el momento de usar una discreción cualificada.

Con la alta inflación y las expectativas de inflación frágiles, se podría argumentar que cualquier modificación de la estructura monetaria que nos ha servido bien hasta ahora es la peor respuesta posible. De hecho, es la segunda peor.

La peor opción sería apegarse rígidamente a los objetivos existentes y continuar fallando en alcanzarlos consistentemente al tiempo que se infringe un daño innecesario al crecimiento económico. Mucho mejor sería una tercera vía que podría modificar el cuso entre estas dos opciones. Si mi amor por los objetivos de inflación debe durar y estos objetivos deben sobrevivir, esa flexibilidad será necesaria para prevenir los errores de política monetaria del pasado reciente que se han convertido en los grandes errores monetarios del futuro.

Con información del Financial Times.

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