La cocaína colombiana se ha hecho famosa en todo el mundo y no solo por la serie de Netflix en la que el actor brasilero Wagner Moura interpreta a Pablo Escobar, el capo colombiano de la cocaína de los años ochenta, sino por el hecho de que es un mercado que no para de crecer y las políticas públicas al respecto no hacen si no empeorar los índices de consumo.
Índice
Cocaína, un producto que crea su propio mercado
“Este es un producto que genera su propia demanda” le dice la “cucaracha” a Pablo Escobar en la serie Narcos. Lo trágico de esta declaración es que es cierta. La cocaína es tan adictiva que genera una demanda altísima sin que sea necesario para sus proveedores hacerle publicidad de ningún tipo, el voz a voz de los adictos es más que suficiente.
Para los narcos colombianos, el fenómeno de la adicción a las drogas por parte de los consumidores resulta en una especie de bonanza que no hace más si no incrementarse con el paso de los años. Los narcos, con la ayuda de las políticas torpes de Washington y sus estados aliados en su “lucha contra las drogas”, ven como año tras año sus ingresos se incrementan y cada vez tienen que recurrir a nuevas y sofisticadas formas de lavar (legalizar) los mayores ingresos generados por cuenta de este mercado.
Informe de Naciones Unidas
Hace poco se reveló un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito. En este informe se detallaba que la producción mundial de cocaína rompió un nuevo récord en el año 2017, aumentando en un 25 por ciento en comparación con 2016.
Se destaca que el aumento de cocaína a nivel mundial tiene un protagonista bastante conocido: las bandas criminales de Colombia. La cocaína colombiana viene registrando un alza en su producción, lo que lleva a que conforme el 70% de la producción a nivel mundial.
La paz no ha disminuido la producción de cocaína
Luego del acuerdo de paz, firmado por el gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla de las FARC, se esperaba que las fuerzas gubernamentales estuvieran en mejor capacidad para enfrentar los cultivos ilícitos. Lo cierto es que bandas criminales como las autodefensas gaitanistas de Colombia, El ELN y las disidencias de las FARC han ocupado el puesto de las antiguas FARC, llevando la producción de cocaína a niveles más altos.
Según en diario La República: “La siembra de coca y nuevas bandas criminales han ayudado a que la producción en el país siga en ascenso, a pesar de que se han venido trabajando con los campesinos luego del acuerdo de paz”.
Angela Me, directora de investigación de la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga (UNODC) y el delito destaca que esto se trata de una mala noticia para los países productores, “lo que está ocurriendo en Colombia es preocupante”.
Más hectáreas cultivadas – Más cocaína
Para el año 2017 en Colombia habían 171.000 hectáreas de coca cultivadas, lo que corresponde a un ascenso en el cultivo de la planta de un 17% respecto al 2016. La región del Pacífico, una de las más abandonadas por el gobierno nacional en materia social, es la que más hectáreas de cultivos ilícitos tiene, debido a su posición estratégica para el comercio con salida al océano y con rutas hacia Panamá y México.
Pese a esto es la región central (Antioquía, Putumayo, Norte de Santander y Cauca), donde se están registrando los mayores incrementos de las áreas cultivadas con un 64% de nuevos terrenos cultivados.
Análisis
Este fenómeno coincide con un alza en el precio del dólar que impulsa en gran medida la producción, aunque para las fechas de este informe el dólar tenía un valor de mercado menor al que tiene actualmente. Es de esperar que con el aumento del valor del dólar en el último año, el negocio se haya vuelto más lucrativo para los narcotráficantes.
Por otra parte la mala situación económica de los agricultores colombianos, en especial la del sector cafetero, podría estar contribuyendo al auge de la producción de cocaína colombiana. No hay que olvidar que el sector cafetero está produciendo con pérdidas, lo que significa que mucha mano de obra barata, obreros no cualificados, podrían estar migrando a los cultivos ilícitos para obtener un sustento diario.
A lo anterior se suma la escasa inversión gubernamental en zonas críticas de la producción de coca. El Estado llega solamente a estas zonas con sus elementos militares y de represión, la inversión social es muy poca, y cuando hay algo de esta, generalmente es desviada a las manos de políticos corruptos que no invierten en educación, empleo y vivienda. Estas últimas inversiones podrían desincentivar en gran medida el auge de producción de drogas que se beneficia de la mano de obra barata de los obreros y del dólar estadounidense caro.
Fractura social en Estados Unidos
Sin embargo, el auge de la producción de cocaína no podría entenderse sin señalar la fractura social existente en los Estados Unidos, donde las clases media y baja se han volcado hacia el consumo de drogas como vía de escape en medio de una sociedad y economía que no les está ofreciendo oportunidades de desarrollo personal. Aquí se debe enfatizar que la “lucha contra las drogas” se ha basado en la represión de la oferta, lo que resulta en un estímulo encubierto a la misma, pues el riesgo de producir, transportar y vender un producto prohibido hace más lucrativo el negocio.
En este contexto, el estímulo de la oferta por medio de su prohibición y la no atención a los drogadictos, es decir la ausencia de amplias políticas de salud pública con programas de rehabilitación, generan una explosiva mezcla donde oferta y demanda van al alza de forma constante y el mercado crece inevitablemente.
Políticas públicas que tengan en cuenta oferta y demanda
Por lo anterior se necesita que las políticas públicas se enfoquen en reducir la demanda (con programas bien financiados de rehabilitación para los adictos y un amplio seguimiento de su estado de sobriedad), al mismo tiempo que se desincentive la oferta con una política abierta de legalización total de las drogas, que haga que la cocaína y otras drogas sean un negocio menos riesgoso y por lo tanto menos lucrativo.
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Solo un enfoque bien pensando, que equilibre los desajustes existentes entre el cuanto a oferta y demanda de drogas logrará realmente ganarle la guerra al narcotráfico. Lo contrario significa un mayor mercado de armas para los narcos, mayores guerras con altos costes sociales y una mayor drogadicción en la sociedad que termina en vidas perdidas y proyectos de comunidad y familia frustrados.
Con información de UNODC