El 6 de enero de 2021 Estados Unidos entró en shock al ver las imágenes de ciudadanos blancos, partidarios del presidente Donald Trump, entrar de forma violenta en el Capitolio. Una de las imágenes que más llamó la atención fue la del hombre con el torso desnudo y con una especie de sombrero de piel y cuernos al que la prensa ha denominado como Q Shaman. Q Shaman ya había aparecido en otras manifestaciones políticas declarando ser un enviado de QAnon, una secta política de extrema derecha que se ha hecho famosa por divulgar una teoría de conspiración que asegura que el presidente Donald Trump lucha de forma secreta contra una élite política corrupta y satánica que tiene también una agenda política secreta.
Es bastante curioso que sea la extrema derecha estadounidense la que se haya convertido en una especie de terreno fértil para teorías de conspiración que parecen más un relato de los oprimidos que de los opresores. La teoría de conspiración de QAnon ha sido catalogada como un culto religioso extravagante y también se ha asociado al mundo evangelicalista por sus teorías milenaristas en las que se considera a Donald Trump como una especie de Mesías enviado por Dios para rescatar a la raza blanca estadounidense que ha estado “siendo oprimida por el progresismo y la misma izquierda”, según se conciben los líderes de QAnon a sí mismos. Y es que en una sociedad como la estadounidense la existencia de estos grupos que niegan la realidad y a la vez crean su propia versión de la realidad da mucho que pensar.
Las teorías de la conspiración recientemente han sido una marca de la derecha política, más concretamente la derecha estadounidense es la que más se ha apropiado de este tipo de teorías y las ha difundido de manera masiva por medio de las redes sociales y grupos religiosos conservadores. Sin embargo, Estados Unidos es una economía desarrollada, el país más rico del mundo en términos de PIB nominal, por lo cual el hecho de que tanta gente caiga en este tipo de teorías da mucho que pensar sobre el desarrollo del país, el acceso a la educación y el desarrollo de un pensamiento crítico, así como de la cohesión de la sociedad. Que dichas teorías sean tan ampliamente difundidas es la señal de que algo no va bien en la sociedad.
Hay un elemento especial en la teoría de conspiración de QAnon y es la creencia en la red secreta que no solo es satánica y poderosa sino que también es una estructura de pedofilia. Los teóricos de QAnon creen que personas como Hillary Clinton, George Soros, Barack Obama y otros líderes participan en un culto pedófilo secreto que dicho sea de paso también extrae sustancias de los cuerpos de los niños para luego beberlas y así conservar una juventud eterna, o al menos en el largo plazo.
La teoría de conspiración de QAnon empezó a difundirse hace unos tres años en un foro de internet del sitio web 4chan. En este foro, un integrante que se autodenominaba como Q indicaba que tenía acceso a información secreta en el departamento de Energía de Los Estados Unidos y datos restringidos de alto secreto que confirmarían la existencia de dicha red pedófila de políticos, líderes de negocios y poderosos del mundo. En otros aspectos de la teoría se afirmaba que dicha red estaría planeando un golpe de estado contra el presidente Donald Trump y que por esto precisamente el presidente estaría luchando de forma secreta contra esta red.
Aunque nunca se ha ofrecido evidencia alguna a favor de este tipo de teorías, la creencia en la supuesta red pedófila empezó a tomar gran fuerza entre un núcleo radical de ciudadanos blancos relacionados con el supremacismo blanco y fieles partidarios del presidente Trump.
¿Por qué ha arraigado tanto esta teoría entre las bases republicanas de Trump? Es bastante difícil intentar dar una explicación a las teorías de conspiración, pero muchos especialistas especulan que estas surgen cuando la gente siente que ha perdido el control sobre sus vidas y las realidad y luego necesita un relato que les ayude a explicar las cosas que no pueden comprender. En este contexto, aunque es especulativo, se podría afirmar que la pérdida de poder de la clase blanca trabajadora estadounidense es una explicación de este fenómeno.
La clase trabajadora blanca estadounidense ha sido especialmente golpeada por fenómenos como la globalización, el creciente poder de mercado de las grandes corporaciones y la captura de rentas de los grupos de interés poderosos. Otros fenómenos como la entrada de la mujer a la fuerza laboral desde la década de los sesenta y la menor discriminación hacia las comunidades negras, así como el impacto de la migración en la fuerza laboral han deteriorado en gran medida la posición de los hombres blancos estadounidenses, especialmente los que no tienen acceso a educación terciaria.
Y es que una característica de la economía estadounidense, al menos desde los años setenta, es que ha premiado en gran medida a los ciudadanos con educación mientras que castiga a los menos educados, un fenómeno que se ha acentuado con los elevados costos de la educación terciaria, los cuales profundizan de generación en generación los ciclos de pobreza y la gran brecha existente entre ricos y pobres.
Estos ciudadanos, con gran parte de razón, están enojados por su situación económica, el deterioro de su modo de vida y las condiciones que les ha impuesto la globalización. Donald Trump, con su discurso populista, supo aprovechar ese descontento existente ente los hombres blancos menos educados y los convirtió en una base de seguidores leales..
Los perdedores de la globalización, estos hombres blancos cuyos padres eran los proveedores del hogar y tenían un estilo de vida tradicional, uno en el que las empresas cuidaban de los ciudadanos con buenos empleos y en el que no era necesario ir a la universidad para triunfar en la vida, son quienes engrosan las filas de leales al discurso populista de Trump. Para ellos tiene sentido que el presidente Trump imponga grandes tarifas a los bienes importados de China, México y otras partes del mundo, pues consideran que las importaciones baratas y la deslocalización del empleo hacia estas partes del mundo ha tenido efectos extremadamente nocivos en el modo de vida de los ciudadanos estadounidenses. Ellos mismos ven la idea de “Hacer a América Grande de nuevo” como el llamado a recuperar el estatus que tenían en una edad dorada.
Un estudio completo sobre el tema de la pérdida del modo de vida de la clase blanca trabajadora estadounidense se puede ver en el libro del economista estadounidense Angus Deaton y su esposa Anne Case, Muertes por Desesperación publicado en el año 2020.
Ahora bien, que la desigualdad y los problemas de la globalización hayan tenido efectos tan nocivos en la clase trabajadora blanca estadounidense deja muchas preguntas sobre la viabilidad de la globalización y el capitalismo. Y aunque su teoría suene fantasiosa, que los poderosos violan y comen niños en una especie de culto secreto que domina el mundo, esta misma teoría es una intuición poderosa de lo que ocurre en la realidad. ¿No es acaso el capitalismo un sistema que le está dando la oportunidad a los ricos y poderosos del mundo la posibilidad de vivir muchos años mientras que le niega a millones de niños la posibilidad de llevar una vida digna? Según la Organización Mundial de la Salud en el año 2013 al menos unos 6 millones de niños menores de cinco años murieron por causas prevenibles, algo que sucede mientras los hombres más ricos del planeta como Jeff Bezos y Elon Musk acumulan fortunas de cientos de miles de millones de dólares.
Si los poderosos del mundo han socavado, con una globalización mal gestionada, el modo de vida de los ciudadanos blancos estadounidenses y al mismo tiempo generan una sociedad en la que cunden el hambre y las enfermedades prevenibles que ciegan cada año la vida de millones de niños ¿Por qué tendría que pensar esta clase de personas, los que se tomaron el Capitolio de los Estados Unidos, que los poderosos son de fiar y que pueden escuchar el lamento de un grupo de ciudadanos que más ha perdido con la globalización? El discurso de Trump contra la globalización no es gratuito y generalmente cuando los ciudadanos se sienten sin orientación recurren a todo tipo de discurso posible, incluidas las teorías de conspiración, para dar sentido a su realidad y tratar de enfrentar lo que les está ocurriendo. Si Trump supo aprovechar esto y usarlo a su favor y en contra de las instituciones democráticas de los Estados Unidos, esto mismo nos dice que hay algo en la democracia que no está funcionando.
Uno se podría preguntar si este tipo de eventos, como la toma del Capitolio, podrían suceder en países como Noruega, Suiza y Finlandia. Personalmente creo que no; cuando los ciudadanos están más felices con su modo de vida las instituciones democráticas tienden a funcionar mejor y las crisis políticas son más raras. Así que, que este tipo de eventos estén sucediendo en Estados Unidos, el país más desigual de todos los países desarrollados y en donde menos movilidad social hay, de acuerdo a los últimos estudios estadísticos sobre el tema, son una especie de alerta sobre el fracaso del capitalismo y la democracia misma.
Pueda que los poderosos no coman niños, al menos no literalmente y puede que no pertenezcan a clubes secretos satánicos (Lo cual es bastante seguro que no hacen), pero la forma en que gestionan la globalización conduce a consecuencias nefastas, casi como si habláramos de comer niños, y quienes más han perdido con la globalización, en este caso los blancos estadounidenses sin estudios, intuyen algo, intuyen que el sistema les falla, incluso cuando lo tienen que expresar por medio de teorías de conspiración delirantes que socavan el discurso democrático y crean una fractura que revela que algo está funcionando muy mal, que hay algo que los mismos poderosos no se atreven a enfrentar. Al fin y al cabo si las teorías de conspiración han progresado tanto, esto revela al menos de modo parcial, que el discurso oficial no ha logrado convencer a todo el mundo y mucho menos ofrece las respuestas que la gente, la más excluida, reclama.