Es una política a la que los conservadores y libertarios le temen, porque suponen que podría causar desempleo y menores inversiones, ya que desde la lógica económica libertaria si el empresario tiene menos recursos disponibles podría dejar de invertir en nuevos puntos de producción o de venta y con ello dejaría de contratar nuevos empleados. Aún así la política del aumento del salario mínimo sigue avanzando como una fuerte demanda en Estados Unidos y es posible que se logre su implementación plena para el 2025 con un salario de referencia de 15 dólares por hora.
¿De verdad el aumento del salario mínimo causará desempleo y menos inversiones? Un reciente análisis publicado en el Financial Times parece no mostrar mayores preocupaciones por esa posibilidad. De hecho, los análisis financieros actuales indican que el aumento del salario mínimo podría ser muy beneficioso para la economía. Veamos por qué.
Hay poco que temer al alza del salario mínimo en Estados Unidos
Casi todos los estadounidenses, sea que vivan en Texas o California, admiten que es imposible vivir con un salario de USD 7.25 la hora. No obstante, el debate sobre el plan del presidente Joe Biden para aumentar el salario mínimo federal de su actual nivel hasta los 15 dólares la hora, ha polarizado el ambiente como cualquier otro tema de discusión política en Estados Unidos.
Aquellos que se oponen a este aumento argumentan que forzar los salarios al alza podría dañar a los negocios y citan estudios mostrando que se perderían pérdidas de empleos. Aquellos que por el contrario se muestran a favor de aumentar el salario mínimo argumentan que unos salarios más altos aumentan el consumo, y citan estudios que no detallan ni muestran pérdidas de empleos..
En medio del miedo que se vende y el debate moralista en torno a este tema, lo que realmente necesitamos es saber qué es lo que realmente ocurrirá con un incremento del salario mínimo. ¿Cuánto se incrementarán los costos de los productos? ¿Qué tanto de la inflación generada se pasará a los consumidores?
El camino propuesto de 15 dólares la hora se vislumbra mediante cinco alzas en un plazo de cuatro años en un promedio de 15. 6 por ciento en cada alza. En 2021, el salario mínimo federal podría ir de USD 7.24 a USD 9.50, un incremento del 31%, el cual sería por mucho el incremento más alto. Las industrias que son intensivas en empleos de bajos salarios como los servicios de comida serían las que soportarían el golpe más duro de esta alza. El trabajo que se da en los restaurantes cuesta en promedio del 25 al 40 por ciento de los ingresos netos de estos establecimientos. Las cadenas de comida rápida, las cuales tienden a pagar los salarios más bajos, frecuentemente mantienen sus costos por debajo del 30%. Usando los estimativos de la Oficina Presupuestal del Congreso, se podría calcular que menos del 15% de los trabajadores de los restaurantes en los estados con los salarios más bajos serían los afectados, con un promedio de incremento del 17.3 por ciento. Esto significa que los costos de los restaurantes en los estados donde los salarios son los más bajos podrían suponer menos que un uno por ciento de las ventas de este sector en 2021, mientras que a nivel nacional, los costos del sector ascenderían en un 0.3 por ciento.
Eso sugiere que el movimiento hacia un aumento del salario mínimo hasta los USD 9.50 es de un riesgo muy bajo. ¿Pero que pasaría con las alzas subsecuentes que buscan llevar el salario mínimo a los USD 15 en 2025? Seamos por un momento hiperconservadores y asumamos que el 100 por ciento de los trabajadores de los restaurantes recibirían este incremento. Para conservar o más bien compensar las pérdidas de ganancias, se calcula que el precio de los menús se aumentaría entre en un 5 y en un 5.5 por ciento en los primeros tres años y en un 3 por ciento en el 2025. Esto es un aumento de la inflación real, pero incluso en el peor caso de un aumento de un 3.8 por ciento en los precios de la comida en los restaurantes por año sería algo completamente manejable.
¿Serán capaces los consumidores de absorber estos precios más altos sin reducir la demanda? Los costos prepandémicos de comer por fuera representaban el 6% del gasto de los consumidores estadounidenses. El camino al salario de 15 dólares la hora, el incremento del precio de cada restaurante necesita igualar al 0.3 por ciento del gasto del consumidor cada año. Dada la evidencia de lo que esto podría significar podríamos mirar de vuelta a 1996 y 1997, cuando el salario mínimo federal aumentó en un 21 por ciento. A pesar de esto, los servicios de comida y de los bares crecieron mucho más rápido que la economía en general.
Sin embargo, sí que hay un riesgo con el alza del salario mínimo, pero no es la sostenibilidad de la industria como un todo. En vez de eso el alza de los salarios acelerará la muerte de los restaurantes que ya estaban teniendo una situación difícil. Algunos trabajos de baja cualificación podrían verse pérdidos de momento, pero si los consumidores continúan comiendo por fuera y ordenando comidas de los restaurantes a domicilio, nuevos empleos con salarios más altos surgirán para estos sectores. Si los empleos deciden automatizar la producción, ellos crearán empleos para aquellas personas que crean, instalan, mantienen y construyen estas nuevas máquinas. Esa alta productividad podría llevar a precios más bajos en el sector, permitiendo a los consumidores visitar más restaurantes y que se creen más empleos.
Los tomadores de decisiones en políticas públicas deberían reconocer que realmente hay poco que temer a un alza del salario mínimo a 15 dólares por hora. Sin embargo, el tiempo en el que se produzca esta alza importa mucho. En medio de la pandemia no es el momento correcto para añadir nuevas cargas a los negocios. Cuando todos los consumidores estén vacunados y retornen s los restaurantes con una demanda más acelerada y con ahorros más altos, ellos probablemente se encuentren menos sensibles a los aumentos de precios de lo que lo estarían normalmente. Esta es una ventana de oportunidad que no se debería desaprovechar.
Si los políticos creen que un salario de 15 dólares la hora pueda no funcionar para las comunidades de salarios más bajos, ellos podrían dejar que los estados pongan un techo a su salario mínimo que sea dos tercios de los salarios promedios pagados libremente por los empleadores. Para motivar la contratación, se podría permitir que los negocios paguen un salario más bajo de prueba para los nuevos empleados (Aquellos que están por debajo de veintiún años, aquellos que han sufrido el desempleo por largo tiempo y aquellos que han estado en prisión) en sus primeros noventa días. La mayoría de los empleadores estarían felices de pagar por esos salarios a estas personas que además tienen la motivación para impresionarlos en sus trabajos de prueba. Solo es necesario darle a los pequeños negocios algo de tiempo para adaptarse.
Finalmente, después de que el salario mínimo federal llegue a los USD 15, hay que sacar a la política de la ecuación y del índice de la inflación. Seguramente todos podemos estar de acuerdo que retener el poder de compra de los consumidores es bueno para la economía. Y es que aunque se produzca algo de inflación, los efectos del incremento de la productividad significarán que las personas podrán comprar más cosas con sus salarios, no tanto porque el dinero valga más, sino por que tienen más dinero en sus bolsillos para gastar y porque la economía es más dinámica y productiva.
*El artículo del Financial Times que se ha citado hasta aquí fue escrito por Mike Harris. Harris es el fundador de Cribstone Strategic Macro, una empresa de asesoría financiera, y también profesor en la Syracuse University London.
¿Los países latinoamericanos pueden aprender algo de esto?
Tradicionalmente en América Latina, la idea del salario mínimo alto no ha sido bien recibida por los políticos o por los empresarios, pues se teme que esta política genere dos reacciones en la economía. La primera reacción que se teme es, como lo hemos visto en el caso americano, un alza generalizada de los precios. Sin embargo este miedo es infundado porque no tiene en cuenta tres elementos esenciales, como primera medida que el salario solo es una parte del costo que las empresas tienen que pagar cuando producen un bien o cuando prestan un servicio, por lo que el aumento del salario no se traduce necesariamente en un alza de los precios por el lado de la oferta, como segundo elemento no se tiene en cuenta que un alza del salario puede permitirle a las personas ahorran más, por lo cual no todo el dinero se destinará a pagar por más bienes y servicios, y como tercer elemento tenemos que un alza del salario no se traduce en la compra de más bienes y servicios del mismo tipo, sino que le permite a las personas comprar bienes y servicios a los que antes no accedían, incrementando la productividad. Por lo anterior podríamos decir que la inflación sería limitada y que por lo tanto este miedo no está del todo justificado.
La segunda reacción que se teme del alza de los salarios es que los negocios que no estén preparados no puedan sobrevivir o que empiecen a despedir personal, generando un mayor desempleado. Pero si tenemos en cuenta el incremento de la productividad debido a que los consumidores pueden demandar muchos más bienes y servicios con un salario más alto y si además tenemos en cuenta que esa mayor productividad puede abrir paso a nuevas industrias y empleos, lo que tenemos en realidad no es la generación de desempleo sino el desplazamiento de puestos de trabajo, probablemente a industrias donde los salarios son más altos, como en el caso de las empresas que crean robots para automatizar la producción en otros sectores y que por lo tanto necesitarán personas que diseñen, construyan, instalen y hagan mantenimiento de estos robots. Si tenemos en cuenta este desplazamiento no deberíamos tener miedo al desempleo, más bien, los gobiernos locales y las empresas podrían entrar de manera anticipada en este movimiento brindando educación gratuita a las personas que pierden sus empleos o a aquellos que aún no han entrado a la fuerza laboral.
Comprender estos movimientos y estos fenómenos debería disipar nuestros miedos, de manera que el debate en la economía sea cómo mejorar el poder adquisitivo de los asalariados y mejorar la productividad, en lugar de cómo hacer que las empresas reduzcan sus costos y aumenten sus ganancias en el corto plazo.
Entender esto sería un primer paso, y uno muy valioso, en la actual lucha contra la desigualdad y en el mejoramiento de las condiciones de vida de aquellos ciudadanos que se encuentran en el fondo de la pirámide laboral y que sienten que han perdido su dignidad y su nivel de vida a expensas de las empresas y los accionistas de estas.
Con información del Financial Times.