“La edad adulta es una masacre”, escribió Philip Roth mucho antes de que la pandemia del Covid19 revelará sus peligros para las personas mayores. Incluso aquellos que se cuentan entre los jóvenes deben observar la inevitable deriva hacia la decrepitud de sus seres queridos. Sin embargo, esto no tiene que ser el fin de la historia en la era moderna. Andrew Steele tiene un esperanzador mensaje para todos aquellos que se están enfrentando al prospecto de la edad adulta (a la larga todos). La edad adulta o la vejez, como mejor se conoce, no tiene porque ser una masacre. De hecho, la vejez ya no tiene porque ser en sí misma “vejez”.
La tesis del doctor Steele en el libro “Sin edad, la nueva ciencia de envejecer sin volverse viejo” es que la misma vejez puede ser curada, y que al menos en parte, eso pronto será una realidad. Las gigantes tortugas de las islas Galapagos muestran pocos o ningún signo de envejecimiento, en algunas manera pareciendo tan jóvenes como las tortugas de 30 años, y esto a la edad de 170. Steele piensa que este fenómeno, conocido como la senescencia insignificante, está alcance de la especie humana también.
Sea que el lector este persuadido o no a pensar que los seres humanos sin signos de vejez puedan ser más que una posibilidad teórica – y a nuestro alcance – este libro demostrará que descartar esa posibilidad teórica de forma completa es algo que simplemente está basado en nada más que el prejuicio. El arte occidental tiene su papel en todo esto, con muchas historias moralistas mostrándonos como son solo los tontos, los arrogantes y los egoístas aquellos que quieren devolver el reloj de la edad; pero de hecho no hay una buena razón para asumir que existe un límite a la sana longevidad, o que la vejez deba deba llegar con un declive en nuestras capacidades. Por el contrario, hay buenas razones para pensar lo contrario. Sin que la gente del mundo rico se diera cuenta, una vida que antes parecía llegar a su fin a los años treinta, ahora se considera que apenas está en sus inicios y que llegar hasta los noventa años es una buena perspectiva al alcance de muchas personas.
Los prejuicios de que una persona era vieja en la mediana edad fueron algo que se consideraba como una certeza en el campo de la biogerontología durante mucho tiempo, pero en las últimas décadas algunos científicos han hecho a un lado esta tesis. Las nuevas perspectivas en torno a la edad, los han capacitado para ver que la verdadera torpeza de la ciencia consiste en tratar de curar las enfermedades que vienen con la edad una por una, en vez de enfrentar las causas subyacentes – el envejecimiento en sí mismo. Ahora, los científicos están tratando de entender este proceso en toda su extraordinaria complejidad, y están empezando a intervenirlo desde mucho más temprano.
Hay muchas herramientas que ahora tenemos a nuestra disposición, y Steele, quien tiene una amplia trayectoria en biología computacional, las evalúa de manera detallada con gran entusiasmo. Todas las herramientas de las que ahora disponemos van desde drogas que imitan los efectos prolongadores de la vida de ciertas dietas restrictivas hasta herramientas de edición genética como CRISPR y los modelos computacionales que simulan los sistemas biológicos en su totalidad. Tales modelos podrían eventualmente probar ser la llave que desbloquea el Matusalén interno dentro de los cuerpos de todos de nosotros, pero al mismo tiempo revelando los límites de estos sistemas y sus redundancias: aquello que puede ser modificado, y aquello que es mejor no tratar de cambiar.
Temporalmente, y con algo de amarga ironía, la pandemia del Covid19 ha puesto los frenos en esta nueva y floreciente área de investigación. Pero el doctor Steele piensa que los primeros dividendos de este nuevo campo de investigación podrían estar a la vuelta de un par de años, quizás en la forma de drogas senolíticas que limpien los acumulados de daños celulares de toda una vida. Él hace válido el punto de que si, para cada año de emprendimiento científico, se puede añadir un año de vida al promedio de la vida humana, la vejez podría pronto remitir a la misma tasa que la población se acercando está a edades cada vez más mayores. Esto podría ser en sí mismo un hito en el camino a la senescencia insignificante, o lo que es lo mismo, envejecer con los menores signos de decrepitud.
Este objetivo se encuentra fácilmente dentro de nuestro alcance, señala Steele. Muchos científicos también están de acuerdo – y ellos están dentro del grupo que ha elegido experimentar con las drogas antienvejecimiento. Para algunos de estos tratamientos se ha calculado que los riesgos son muy pequeños, en comparación con los beneficios potenciales. El verdadero signo de que una nueva revolución está a la vista en este campo, es que los científicos mismos están dispuestos a probar las drogas ellos mismos. Si esa revolución es algo deseable es una pregunta diferente, la cual podría caer en las manos de futuros artistas y filósofos que la quieran resolver.
Para el mundo de la economía, cuando esta revolución llegue, se plantearán dilemas similares a los que hoy tenemos por cuenta de la mejora de los sistemas de salud. A saber ¿Deberían las personas pensionarse a una edad más avanzada? ¿Qué nuevas oportunidades y productos se posicionarán por cuenta de la llegada de estos nuevos consumidores? ¿Deberían las sociedades destinar más recursos para atender a una creciente población mayor que enfrenta nuevas necesidades de consumo, entretenimiento, vestuario, inversiones y de otro tipo? ¿Cómo afecta la nueva expectativa de vida las relaciones sociales y su impacto económico? Todos estos son aspectos que se tendrán que considerar, tanto en sus niveles de beneficios como de desventajas.
Con información de The Economist.