*La siguiente columna fue escrita por Jamin Anderlini, editor para temas de Asia en el Financial Times.
Imagina que Jeff Bezos o Bill Gates desaparecieran de la vista pública y que automáticamente se asumiera que ellos han sido arrestados bajo las órdenes del presidente Joe Biden y que estaban siendo interrogados en una prisión secreta del gobierno.
Esta es la situación en la segunda economía más grande del mundo, donde Jack Ma, el Jeff Bezos de China, con más de 50.000 millones de dólares a su nombre, ha aparecido solo una vez desde el mes de octubre – en un corto vídeo que ha hecho poco para enfrentar la especulación de que él es o era rehén del estado. Ma desapareció de la vista pública después de que las autoridades chinas bloquearon a su fintech, el grupo Ant, de una oferta pública inicial en las bolsas de valores chinas, la cual sería la oferta pública más grande en toda la historia.
Los últimos rumores sugieren que Ma está jugando golf en una isla del Mar de China del Sur y que podría regresar con la mayoría de su riqueza todavía intacta. Pero la brutal humillación del más famoso emprendedor de China revela las fuertes y crecientes contradicciones que yacen en el núcleo del estado chino.
Por una parte, el presidente Xi Jinping, se ha embarcado en un gran proyecto para traer un “gran rejuvenecimiento” a la nación china, el cual solamente puede ser logrado mediante un rápido crecimiento económico y depende en gran medida del emprendimiento privado. Pero al mismo tiempo, Xi Jinping ha centralizado el poder político, ha expandido el sector empresarial estatal y ha asegurado el derecho del Partido Comunista de inmiscuirse en todos los aspectos de la vida y los negocios de las personas.
“Este, Oeste, Sur, Norte y Centro, el partido gobierna todo”, ese es uno de los lemas del presidente Xi. Aunque él contantemente señala la ortodoxia del marxismo y el “socialismo con características chinas”, la incómoda realidad es que los capitalistas proveen el 80 por ciento de los empleos urbanos y su producción cuenta por el 60 por ciento del producto interno bruto.
Como un millonario y al mismo tiempo miembro del Partido Comunista, Jack Ma personifica las contradicciones inherentes de la ideología que hoy gobierna a China. Su carrera hasta finales del año pasado era uno de los ejemplos más sobresalientes de la supervivencia del espíritu emprendedor en un sistema de “mercado leninista” que reprime las fuentes alternativas de poder o de autoridad. Como en la Rusia de Vladimir Putin, los oligarcas chinos se ven enfrentados rápidamente y de manera implacable con la fuerte autoridad del gobierno si se descubre que ellos no son servilmente leales al régimen.
Hasta hace poco, Ma desempeñó el roll de mascota del capitalismo bastante bien. Yo me reuní con el en el 2005 en la ceremonia de firma de la sociedad entre Yahoo y la firma de e-commerce Alibaba. En ese momento Yahoo estaba en problemas en Estados Unidos después de haber dado correos electrónicos a las autoridades chinas que llevaron a largas sentencias de prisión para periodistas y activistas de derechos humanos en el país.
Cuando se le preguntó a Jack Ma de eso, su respuesta fue inequívoca: “Cualquier cosa que sea lo que el gobierno diga, nosotros lo haremos”. El después habló de manera aprobatoria sobre la decisión del Partido Comunista de enviar tanques militares para reprimir el movimiento por la democracia en la Plaza de Tiananmen en 1989. Él me dijo en una entrevista separada que el podría donar toda su compañía a su país en cualquier momento si el gobierno le pidiera que lo hiciera.
Como todos los multimillonarios de la tecnología de China, Ma ha desempeñado un rol crucial en la construcción de un sistema tecno-totalitario en ciernes. Y como cualquier persona rica de China, él ha cultivado de manera inescrupulosa buenas relaciones con los funcionarios del partido y con sus familiares. Grandes inversores en Alibaba y en el Grupo Financiero Ant incluyen a varios “principitos” (hijos y familiares de políticos), incluyendo al nieto del ex-presidente chino Jiang Zemin.
Alguno de los actuales problemas de Ma, han venido del hecho de que estos patrones ya no tienen el poder político ni el peso suficiente para protegerlo de la nueva generación de líderes que no tienen ningún interés personal en la Oferta Pública Inicial más reciente de Ant. Pero su problema más grande fue la arrogancia de lo que pueden comprar 50.000 millones de dólares ( su actual fortuna) y la visibilidad que viene de ser el emprendedor más excéntrico y reconocido de China.
Este año marca el centenario de la formación del Partido Comunista Chino y el presidente Xi se encuentra entusiasta de impulsar su legitimidad con los himnos ue se entonarán al carácter socialista de la nación. Esto es algo duro en un país donde el 20 por ciento de los más ricos tienen un ingreso disponible que es 10.2 veces más grande que lo que tiene el quinto más pobre de la población. En el supuesto implacablemente capitalista Estados Unidos ese múltiplo es de solo 8.4 veces.
A pesar de los pasados coqueteos de Xi con el pensamiento de libre mercado, la mayoría de las señales políticas sugieren que él ahora cree en el logro de objetivos más marxistas y socialistas, incluso si su ideología es abrumadoramente más que nada una especie de etno-nacionalismo. Pero su gobierno sabe que simplemente no puede nacionalizar la empresa privada como el partido lo hizo cuando ganó la revolución en 1949.
El objetivo de hoy es algo un poco más sútil y difícil. Xi quiere animar la empresa privada mientras asegura el control total del Partido comunista sobre sus acciones, incentivos e incluso sobre los pensamientos de los emprendedores. En septiembre, Beijing emitió un conjunto de guías ordenando a las compañías privadas establecer comités del Partido Comunista que deberían desempeñar un rol en los nombramientos de personal y otras decisiones importantes. Esas guías especificaban que las personas de negocios deberían ser educadas para identificarse políticamente, intelectualmente y emocionalmente con el partido. La interferencia en el sector privado, al lado de la humillación de capitalistas de alto rango como Jack Ma, probablemente será algo que continúe incrementándose tanto en frecuencia como en intensidad.
La gran pregunta es qué significa esto para los inversores extranjeros, en particular para los bancos de Wall Street y para los administradores de dinero que actualmente están llegando a China. ¿Serán los íconos del capitalismo americanos como Goldman Sachs y Black Rock realmente capaces de alinearse ellos políticamente, intelectualmente y emocionalmente con Xi? ¿Y cómo el gobierno de los Estados Unidos considerará esta intromisión del partido Comunista en sus estructuras de administración?
Con información del Financial Times.