*En la imagen, una protesta estudiantil contra el FMI.
En los años noventa, las instituciones financieras internacionales fueron el objeto de la ira por parte de los movimientos sociales y de los grupos de estudiantes, así como por parte de los grupos políticos alternativos que demandaban un cambio en la política económica global.
La imagen del pasado
Una imagen que se nos viene a la mente es la de una mujer joven que llevaba una figura de un monstruo de tres cabezas que representaba al FMI, El Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, destrozando a los pobres del mundo.
Uno podría preguntarse qué estará pensando esta mujer de la situación política y económica de hoy. Debido a las actuales transformaciones del discurso y a la evolución de las formas de gobernanza global, las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial que están teniendo lugar justo ahora, tienen por objeto luchar contra las injusticias frente a las cuales se manifestaban los manifestantes políticos de la década de los noventa. Se trata de toda una conversión, una transformación radical que incluso haría ver la conversión de San Pablo como una simple moderación de sus posiciones.
Las políticas odiadas del FMI y el Banco Mundial
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial fueron objeto de la ira de los movimientos sociales en los ochenta y los noventa por hacer que los más pobres pagaran por la provisión pública de salud o por presumir que los déficits fiscales eran malos para el crecimiento. Esa perspectiva, basada en la ideología neoliberal, se ha ido. Aquí está el nuevo consenso de Washington:
Gastar mucho en salud pública, la responsabilidad fiscal, largamente sostenida como una de las provisiones más importantes del FMI, ya no se trata de frenar el gasto público y mantener un déficit fiscal bajo, sino se gastar en bienes públicos donde se pueda obtener la mayor tasa de beneficio o de retorno sobre la inversión.
Eso significa hoy hacer todo lo posible para producir y entregar vacunas a nivel global. El Monitor u Observador fiscal del FMI, una publicación de la entidad, estima que lograr que la pandemia esté bajo control en todas partes, podría brindar un rendimiento de un estimado adicional de 1 trillón de dólares en ingresos fiscales para las economías avanzadas de forma acumulada de aquí al 2025, y ahorrar mucho dinero en estímulos fiscales.
En otras palabras, lo que los gobiernos gastan en vacunas pueden pagarse por sí mismo de forma automática varias veces. El FMI argumenta fuertemente que para el gasto en educación sucede lo mismo, y que invertir en recuperar el aprendizaje perdido y ayudar a los trabajadores a enfrentar los cambios estructurales para salir adelante, puede brindarle a las economías grandes rendimientos.
Las propuestas de Joe Biden y su acogida en el FMI
Los economistas de las instituciones multilaterales, algunas veces parecen intensamente relajados acerca de los déficits masivos de las economías avanzadas. En el mismo sentido, el FMI ha recibido con beneplácito la propuesta del presidente Joe Biden de gastar cerca de 1.9 trillones de dólares en alivio económico para la pandemia.
Como otros pronosticadores, el FMI espera ue los ingresos nacionales de los estadounidenses sean más grandes el próximo año que lo que se esperaba que fueran antes de que la pandemia llegara. Y ve los estímulos insuficientes a la demanda del pasado como algo que tendrá costos permanentes: los países cuyos gobiernos gasten menos dinero sufrirán más cicatrices, las cuales cortarán su potencial de crecimiento y productividad en el largo plazo.
Al tiempo que todo esto ocurre, el FMI continúa predicando la prudencia, pero esto significa algo muy diferente en el mundo de hoy que lo que significaba hacía una década. Hoy, el Fondo propone intensamente las “contribuciones a la recuperación”, lo que otros llamarían impuestos temporales de solidaridad – los cuales pagarán los individuos más ricos y las empresas que han visto grandes ganancias durante la pandemia.
Las nuevas preocupaciones y propuestas del FMI son de izquierda
El FMI incluso sugiere que los países ricos deberían consideran impuestos a la riqueza neta de los millonarios, canalizando de forma aparente las propuestas de los senadores izquierdistas Elizabeth Warren y Bernie Sanders.
Las preocupaciones por la desigualdad también han estado muy presentes en estas reuniones de primavera del Banco Mundial y el FMI. El principal desafío que el Fondo ha decidido abordar en las discusiones de esta semana ha sido cómo administrar una recuperación de la pandemia que será desigual entre naciones, y entre grupos de individuos dentro de las naciones.
De vuelta a los años noventa, era algo muy sabido que el consenso de Washington reflejaba las prioridades alineadas de dos instituciones basadas allí: las instituciones internacionales que tenían su sede allí y el gobierno de los Estados Unidos – con Estados Unidos teniendo una fuerte influencia sobre los anteriores.
El rol del estado activista
Esa alineación permanece. Las llamadas multilaterales por el retorno a un rol activista por parte del estado encajar perfectamente con la visión de Biden de emular las reformas de Franklin Delano Roosevelt en el New Deal.
El eje de Washington DC
Pero es difícil argumentar que hoy el FMI y el Banco Mundial simplemente hacen ecos de las preferencias de política económica de Washington, incluso si seguir las mismas indicaciones del más grande accionista de estas entidades le hace la vida más fácil a sus respectivos directivos. La realidad es que el cambio en el pensamiento económico internacional ha precedido el cambio de administración en Washington.
Y la relación puede también fluir en un doble sentido hoy en día. La Casa Blanca no toma como órdenes los consejos de las instituciones multilaterales que están situadas a unas pocas cuadras, pero ciertamente está atenta a lo que en ellas se dice.
Los guardianes de la ortodoxia económica están apoyando hoy el programa más radical y progresista que Estados Unidos ha visto en generaciones, especialmente en un momento en que la mayoría de los estadounidenses están sufriendo de manera muy dura las consecuencias económicas de la pandemia.
La política es el arte de lo posible – pero lo que es posible frecuentemente está dominado por lo que es concebible. El nuevo consenso de Washington puede probar cuán poderoso puede ser a nivel político como lo fue el viejo consenso que los movimientos sociales del mundo tanto odiaban.
Con información del Financial Times.