En una reciente columna de opinión en Project Syndicate, Harold James, un profesor de historia y relaciones internacionales de la Universidad de Princeton, reflexiona sobre el estado actual del capitalismo y su legitimidad entre las personas del común alrededor del mundo.
Ciertamente la globalización y el capitalismo han logrado que millones de personas salgan de la pobreza y que los estándares de vida hayan mejorado en todo el mundo, pero desde la crisis financiera de 2008 se ha venido gestando un movimiento crítico contra la globalización y el capitalismo que busca el desarrollo de una sociedad alternativa.
Cuestionamiento al capitalismo
Para Harold James los cambios que estamos viendo actualmente y la desconexión de la ciudadanía del capitalismo y sus promesas no pueden disociarse de la transformación tecnológica que hemos visto en las últimas dos décadas, el período de tiempo en el que se ha venido gestando la denominada Cuarta Revolución Industrial .
Hoy los trabajadores menos cualificados se sienten amenazados, y con razón, con el progreso que ha dado espacio a procesos de automatización que hacen que la mano de obra humana sea innecesaria en muchos procesos de la producción. Sin embargo, este sentimiento en los trabajadores no se trata de una reacción ludita (Como la del famoso terrorista Theodore John Kaczynski, quien protestaba porque la tecnología y el capitalismo habían deshumanizado a la sociedad), pues no solo son ellos quienes se oponen al actual modelo de desarrollo capitalistas, sino que también es un sentimiento de oposición que también tiene acogida entre intelectuales (Podemos pensar en Naomi Klein y los economistas Thomas Piketty y Joseph Stiglitz) y políticos de las más diversas ideologías (Desde Donald Trump y su oposición al capitalismo chino hasta políticos como Bernie Sanders y Elizabeth Warren que se oponen a los regalos en incentivos tributarios que el gobierno federal les da a las grandes corporaciones).
Resistencia mundial al capitalismo
El neoliberalismo y el modelo actual de desarrollo hoy está siendo fustigado de forma universal. Inicialmente fueron los movimientos de izquierda los que se manifestaron contra el capitalismo, creando el llamado Foro de Sao Paulo, en donde se proponía una globalización alternativa y que priorizara los derechos de los ciudadanos sobre los de los empresarios. Sin embargo este movimiento ha dejado de ser patrimonio de la izquierda e incluso los partidos de derecha lanzan hoy diatribas contra la globalización y el capitalismo. Se puede pensar en los defensores del Brexit, en Marine Le Pen y el movimiento nacionalista Agrupación Nacional (anteriormente llamado Frente Nacional), así como en el movimiento Alternativa para Alemania. Todos estos grupos de derecha tienen algo en común: su oposición a un capitalismo globalizado con igualdad de reglas para todos. En este sentido se considera que los inmigrantes no pueden participar de manera equitativa en el desarrollo nacional.
Desde la crisis financiera de 2008 hemos visto como la reacción frente al capitalismo y sus instituciones se ha venido haciendo más fuerte, especialmente por el hecho de que luego de la crisis los gobiernos rescataron a los bancos y a las instituciones financieras (Aún cuando los grandes ejecutivos obtenías bonos de millones de dólares a pesar de las pérdidas de las empresas y bancos), mientras que se dejó a los ciudadanos a su suerte, muchos de ellos desalojados de sus casas por no poder pagar las hipotecas.
Un juego en el que solo uno gana
Hoy el capitalismo ha adquirido nuevas formas de control, dominio y ha establecido también nuevas reglas de juego. Para comprender esto debemos mirar a compañías como Facebook, Google, Amazon y Microsoft. Aquí no observamos un mercado competitivo donde el segundo se esfuerza por quitarle el puesto al primero, sino que el primero en la competencia se lleva todo. Por esto no tenemos un gran competidor de Google o de Facebook.
La asimetría de esta forma de capitalismo también llega a estructuras de mercado nuevas como Uber, Airbnb, el mercado de las criptomonedas donde el bitcoin es el rey indiscutible y otros tipos de servicios.
Esta estructura de monopolios y oligopolios se presta para que las empresas cometan abusos, especialmente en lo que se refiere al campo de la privacidad. Dado que ciertos servicios son “gratuitos”, las empresas usan la información que le proveen los usuarios como monda de cambio para establecer nuevas relaciones comerciales y vender mucho mejor sus productos. ¿Cuánto vale la información que permitimos que Facebook almacene acerca de nosotros? Bien, es algo difícil de cuantificar, pero sin duda es un tesoro por el que miles de negocios están dispuestos a pagar de manera constante.
Una fuerza sin nacionalidad
Sin embargo, el capitalismo actual no solo se limita lo que hacen las empresas occidentales. El capital ha demostrado ser una fuerza deslocalizada y sin nacionalidades, por lo cual ahora China lidera los procesos de transformación e innovación tecnológica del capitalismo contemporáneo. Este capitalismo ya ha cortado con toda aspiración democrática y solo se preocupa por la estabilidad nacional como un instrumento que sirve a quienes detentan el poder, en este caso el Partido Comunista Chino.
Al tiempo que esto sucede las fuerzas tecnológicas amenazan con crear nuevas estructuras que reemplacen a las instituciones ineficientes del pasado. El ejemplo más claro de esto lo estamos viendo con la irrupción de las criptomonedas como alternativa eficiente y mucho más económica, en su uso, que el dinero tradicional de los bancos. Y esto sucede porque la estructura de negocios de los bancos no se ha vuelto competitiva. De hecho los bancos actúan como una especie de cartel sin control que ponen sus propios precios y desglosan las utilidades del sistema al gusto. En este escenario vemos como a pesar de la innovación tecnológica los bancos no se han vuelto competitivos ni más eficientes.
La genialidad del capitalismo
Pese a todo lo que hemos expuesto en este artículo, el capitalismo guarda una genialidad de la que no nos hemos podido desprender. Moldea los comportamientos ciudadanos por medio de los precios , genera una asignación de recursos más eficiente, recompensando a quienes tienen las ideas que demuestran ser las más útiles y penalizando los comportamientos disfuncionales e ineficientes. Supera el papel del estado al moldear los comportamientos individuales mediante incentivos generalizados.
Finalmente, aparte de los beneficios y fallas nombrados, el capitalismo no puede corregir por sí solo sus propias fallas en el mercado, por lo que se requiere que los ciudadanos actúen de manera libre y activa y por fuera de los simples incentivos del mercado para poder hacer frente a las problemáticas que surgen cuando el capitalismo se ha desbocado. Un ejemplo muy claro de esto es el cambio climático, un problema que requiere la acción ciudadana y de las instituciones del estado, sin duda se trata de algo que el mercado no puede corregir por cuenta propia.
¿Salvar el capitalismo?
Y pese a todos los males que el capitalismo ha probado traer consigo, todavía hay quienes se esfuerzan por salvarlo, intentando que el sistema sea más inclusivo y que pueda ganarse de nuevo el respaldo de los ciudadanos. Uno acá puede pensar en el ex-secretario del trabajo de Estados Unidos, Robert Reich, quien trabajo en la administración de Bill Clinton y plantea la necesidad de una reforma del sistema capitalista para que pueda servir a aquellos que ha olvidado.
Independientemente de que logremos salvar al capitalismo o encontrar una alternativa al mismo, lo cierto es que nos encontramos ante un movimiento anticapitalista con múltiples caras, ya este movimiento no es el monopolio de una sola ideología, desde la izquierda a la derecha, e incluso en el centro político, el capitalismo es cuestionado y denunciado por fallar en sus promesas de tener una sociedad más próspera. Hoy ser anticapitalista, y vaya que puede ser una verdad bastante obvia, no significa ser comunista y ni siquiera socialista.
Con información de Project Syndicate.
