En un reciente ensayo en la revista de opinión Project Syndicate, el economista estadounidense Joseph E. Sitiglitz anuncia, como un profeta, el fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia. Pareciera que este tipo de noticias fuesen un imposible para muchos, dado que la economía neoliberal, presentada por los tecnócratas y economistas ortodoxos como científica y confiable, era algo que no se cuestionaba demasiado en los campos académicos, financieros y políticos.
Aún así, del mismo modo en que en los años noventa el politólogo Francis Fukuyama señaló que la humanidad se acercaba a “El fin de la historia”, un período donde la humanidad hallaría la síntesis científica a sus problemas en las democracias liberales y las economías libres y desreguladas, hoy Stiglitz nos muestra que el neoliberalismo como ideología económica dominante ha agotado sus respuestas a las crisis y necesidades del mundo contemporáneo.
Muchas personas estuvieron de acuerdo con la predicción de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia. Sin embargo, la verdad es que estaba equivocado. Hoy, nos acercamos al fin de un orden internacional basado en reglas y liberal. Los gobiernos autócratas dominan sobre países y poblaciones que conforman más de la mitad de la población mundial. Aún así, las ideas de Fukuyama ayudaron a reforzar el pensamiento neoliberal que ha prevalecido durante las últimas décadas.
Con el neoliberalismo, la fe en las élites políticas, la democracia y los mercados se ha venido desvaneciendo entre la población. Se creía que las recetas neoliberales eran el camino más seguro a una prosperidad compartida, el resultado en la práctica ha sido totalmente opuesto.
La forma de sociedad y economía prescrita por los economistas neoliberales ha dejado a las naciones con poco control sobre su democracia y sobre sus vidas. Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, y el mismo Joseph Stiglitz han explicado esto bastante bien. Los efectos de la economía liberal radical o neoliberal son particularmente odiosos. Por ejemplo, si un candidato a la presidencia de un país gana las elecciones y pierde el favor de los mercados y Wall Street, los bancos y los inversores comienzan a sacar su dinero del país en cuestión. Los votantes se ven enfrentados con una elección bastante cruel: ceder ante las presiones de Wall Street o enfrentar una crisis financiera severa. Lo que resulta en este contexto es que las democracias se vuelven obsoletas: Wall Street y los inversores internacionales terminan teniendo más poder que los ciudadanos de un país.
Esto también sucede en las naciones con economías avanzadas. A los ciudadanos se les dice: “No pueden perseguir aquellas políticas que quieren”, sean estas un sistema impositivo más justo, salarios decentes, protección social adecuada o un sistema financiero bien regulado. Se les dice que si buscan esto: “Su país perderá competitividad, los trabajos se esfumarán, y la población en general sufrirá”.
Tanto en los países ricos como en los pobres se prometió que las políticas neoliberales llevarían a un crecimiento económico más rápido, y que los beneficios de este crecimiento descenderían desde los más ricos hasta el resto de la población. Se dijo que los pobres estarían mejor. Sin embargo, para llegar allí, los ciudadanos deberían aceptar salarios más bajos y todas las personas deberían aceptar recortes en los programas y beneficios sociales otorgados por los gobiernos.
Las élites políticas afirmaron que estas propuestas estaban basada en la evidencia científica y en la investigación. Pues bien, el economista Joseph Stiglitz pone los puntos sobre las íes en esta reclamación: Luego de cuarenta años de neoliberalismo el resultado es un crecimiento económico más bajo, y los frutos de ese crecimiento han ido principalmente a los pocos que se encuentran en lo alto de la pirámide social: a los más ricos. Los salarios se estancaron, pero las acciones de las bolsas de valores fueron hacia arriba, los ingresos y la riqueza se fueron hacia arriba, en vez de distribuirse al conjunto de la población.
Hoy los ciudadanos se sienten engañados por este tipo de políticas y se preguntan: ¿Cómo la reducción de los salarios puede ayudarnos a lograr competitividad, o la reducción de los programas del gobierno hacer que la gente se encuentre mejor? En el campo político los resultados han sido claros; hoy vemos protestas simultáneas en países tan distantes como Chile y Líbano y por las mismas razones. La gente está en lo correcto cuando afirma que ha sido engañada por las élites políticas.
Ahora, por esto, estamos enfrentando las consecuencias políticas de este gran engaño: Desconfianza en las élites políticas, desconfianza en la “ciencia” en la cual el neoliberalismo se ha basado, y de un sistema político que ha sido corrompido por la sed de dinero y que ha facilitado este escenario.
Y la realidad es que a pesar de su nombre, el neo-liberalismo es todo lo que se quiera, excepto liberal. La ortodoxia de pensamiento impuesta por este modelo económico impide el disenso y se comporta de forma intolerante con quien quiera que desee argumentar por otro tipo de modelos. A los economistas heterodoxos, neokeynesianos o partidarios de un socialismo democrático, se les tilda de herejes y son despreciados en los debates públicos, frecuentemente sus posiciones son ridiculizadas como si se trataran de posturas abiertamente socialistas o marxistas. El neoliberalismo no se asemeja en nada a eso que Karl Popper llamó una “Sociedad Abierta”. El mismo inversor multimillonario George Soros ha enfatizado lo que Popper reconoció en su teoría de la Sociedad Abierta: Nuestras sociedades son complejas y se encuentran en constante evolución, y a medida que aprendemos de estas, nuestro conocimiento cada vez más complejo del sistema hace que el comportamiento del sistema social cambie.
En ninguna parte la intolerancia ha sido tan grande como en la macroeconomía, donde los economistas neoliberales fallaron al ver la crisis financiera del 2008 y aún así se siguieron aferrando a sus ideas e imponiéndose al resto del mundo. Incluso sus ideas, a pesar de la crisis que desencadenaron, se mantienen vivas con una fe Ptolemaica. Recordemos que a pesar de que modelo Ptolemaico había sido rechazado por muchos expertos en la edad media, los académicos seguían aferrándose a las ideas de este sistema de pensamiento que aseguraba que el sol giraba alrededor de la tierra.
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«Debemos enterrar el neoliberalismo» Stiglitz
En el 2008 la crisis financiera falló en hacernos notar el hecho de que los mercados desregulados no funcionan, la crisis climática debería hacernos entender esto: el neoliberalismo ciertamente puede llevarnos al fin de nuestra civilización. Y también es claro que los líderes demagogos, que desprecian la democracia y los hechos (Como el mismo Donald Trump, Vladimir Putin, el dictador de Bielorrusia Aleksandr Lukashenko, el primer ministro de Hungría Víctor Orban, entre otros) quieren hacernos ver hacia atrás y llevar a que no miremos hacia la ciencia, y pueden hacer que las cosas sean mucho peor de lo que ya están.
“La única manera de salir adelante en este escenario para salvar nuestro planeta y nuestra civilización,” afirma Joseph Stiglitz, “es un renacimiento de la historia. Debemos revitalizar los valores de la Ilustración, y comprometernos a honrar los valores de la libertad, el respeto por el conocimiento, y la democracia”.
Con información de Project Syndicate.