La pandemia del coronavirus ha dejado a la agricultura colombiana en una grave crisis, cuyas últimas víctimas son los cultivadores de la papa.
Según datos de Corabastos, la central de abastos desde la cual se distribuyen los alimentos para la ciudad de Bogotá, el centro urbano más grande del país y por ende uno de los que más demanda de alimentos presenta, el precio de papa pastusa – una de las variedades más consumidas del país se encontraba a 33.000 pesos por carga (Datos al 3 de noviembre de 2020). Esto significa que por ejemplo, en los almacenes de cadena Jumbo, la libra de papa puede encontrarse a un precio de 1000 pesos, mientras que en los comercios de barrio y plazas minoristas este precio fácilmente puede descender hasta los 600 pesos o 500 pesos.
Sin lugar a dudas se trata de precios irrisorios que evidencian que el sector agrícola colombiano, al igual que la mayoría de sectores de la economía, no se encontraba preparado para una pandemia como esta. Sin embargo, los problemas de los cultivadores de la papa y otros agricultores colombianos no son coyunturales, es decir del momento, sino que obedecen a una realidad de décadas de abandono estatal, negligencia y corrupción por parte de los líderes políticos (tanto nacionales como regionales y locales) y falta de innovación para un desarrollo competitivo.
El 24 de septiembre FedePapa, la organización que agrupa a los paperos colombianos, había emitido un comunicado dirigido al gobierno nacional en el que le pedía a este que interviniera ante los bajos precios de la papa. El hecho de que los precios no se hayan estabilizado demuestra que el gobierno colombiano no se interesó o se interesó muy poco por intervenir y apoyar a los paperos en esta coyuntura tan crítica.( Según los datos del Ministerio de Agricultura los apoyos que se dieron a los paperos fueron de alrededor de 30.000 millones de pesos en el mes de octubre de 2020, una ayuda realmente muy pobre teniendo en cuenta que solamente los paperos afiliados a Fedepapa son unos 20.000, aunque probablemente el número de familias dependientes de este producto sea mucho más alto si se tienen en cuenta las que no están registradas con Fedepapa).
Si bien el Ministerio de Agricultura cuenta con múltiples proyectos dedicados a apoyar al campo, entre los que se cuentan la compra directa de productos, el apoyo con maquinaria, apoyo con insumos para pequeños agricultores, la realidad es que estos proyectos no llegan a la mayoría de los agricultores y aspectos como la carencia en infraestructura en las regiones, el poco acceso a la inclusión financiera y otros continúan dejando al sector en un atraso bastante notorio.
Por otra parte, aunque Colombia exporta más alimentos de los que importa (unos 5200 millones de dólares en exportaciones, frente a unos USD 1300 millones en importaciones, esto según cifras del DANE), gran parte de la frontera agrícola sigue sin explotarse y el país afronta una distribución muy desigual de la tierra debido al conflicto armado, factores que sumados a la falta de procesos de modernización del sector agropecuario mantienen al país muy por detrás de potencias agrícolas como Argentina, país que exportó más de 24.000 millones de dólares en alimentos en 2019.
Ante este gris panorama de la agricultura colombiana, en especial la crisis de los paperos, es preciso insistir en algunas ideas que pueden acelerar el crecimiento agrícola de Colombia y mejorar su competitividad.
Las ideas que se proponen son las siguientes:
1. Se observa una aguda necesidad de acompañamiento a los agricultores para que puedan diversificar su oferta agrícola con otros cultivos y así disminuir los riesgos de grandes cultivos a precios bajos. (Esta estrategia la podrían llevar a cabo los gobiernos locales y regionales).
2. De la misma manera existe una urgencia por promover otros tipos de economía en las zonas agrícolas, especialmente las que tengan valor agregado. Acá se podría pensar en asociaciones micro-empresariales que tomen la materia prima (la papa) y la transformen en un producto nuevo. Ejemplo: harina de papa, destilado para producir licores, producción de etanol, etc.
3. Se hacen necesarios los procesos de tecnificación del campo con un mayor acompañamiento por parte de las universidades. Esta política debe encabezarla el gobierno nacional, invirtiendo ampliamente en ciencia y tecnología (la cual ha venido siendo desfinanciada desde el gobierno Santos y también con Duque) , e incorporando los avances más recientes en materia genética. La modificación genética CRISPR debería estar disponible en Colombia para mejorar la eficiencia y la resistencia de los cultivos. Desde 2016 se ha demostrado que es segura y más de cuatro años después los campesinos siguen trabajando con las mismas semillas que requieren altas inversiones en insumos, abonos y demás, cosa que se podría reducir ampliamente con cultivos mejorados.
4. Evidentemente se hace necesario que se diseñen políticas para disminuir el impacto de la intermediación por parte de comerciantes y especuladores. Sin embargo, todos los ciudadanos podemos colaborar en esto, yendo directamente a las plazas de mercado a comprar los productos, o por qué no, directamente en las fincas, en lugar de hacer nuestras compras en los grandes almacenes de cadena.
5. Una política de sustitución parcial de importaciones (diseñada por el gobierno nacional) podría funcionar, aunque debe estructurarse cuidadosamente, ya que ciertamente otros países sí son más eficientes en materia agrícola. Entonces lo que debe hacerse es evaluar cómo se mejora la competitividad del campo colombiano (papel que debe asumir el Ministerio de Agricultura). No se trata simplemente de dejar de importar alimentos más baratos, sino cómo hacer que el campo colombiano sea más eficiente para no depender de las importaciones para alimentarnos.
6. Es preciso brindar herramientas a los agricultores en educación financiera. Se puede pensar en talleres esporádicos sobre la importancia del ahorro, la inversión, el control de gastos, etc (Esta estrategia puede sonar un poco paternalista, sin embargo debe evaluarse su utilidad). De la misma manera debe mejorarse la inclusión financiera en las zonas rurales. Acá el sistema financiero debería apoyar, con cuentas de ahorro con cuotas de manejo más bajas y beneficios diferenciados para los agricultores.
7. Otro aspecto importante a recalcar es la necesidad de que el campo sea apoyado con la infraestructura idónea para la comercialización (Carreteras, centros de acopio, plazas de distribución minorista, entre otros) La corrupción y la negligencia política han hecho de esta necesidad una queja perenne entre los campesinos colombianos.
8. Es necesaria una redistribución de la tierra en Colombia, la cual tenga en cuenta las desigualdades históricas, los procesos de despojo causados por la violencia y mayores incentivos a los sectores agrícolas realmente productivos, estos pueden incluir impuestos altos a terratenientes con grandes extensiones de tierra inutilizadas y apoyos con incentivos monetarios a los pequeños agricultores.
Explorar todas estas posibilidades implica naturalmente un proceso de denuncia al abandono estatal, y a las acciones y omisiones que han llevado a este grave crisis que amenaza con dejar a cientos de miles de campesinos en la pobreza. Los últimos datos del Banco Mundial señalan que por cuenta de la pandemia 180 millones de personas caerán en la pobreza para finales de 2021. Enfrentar los aspectos críticos y las causas de esta pobreza en el campo, uno de los sectores más golpeados por la violencia histórica, la corrupción y la desidia estatal, es una forma de evitar que este panorama se tan oscuro como se ha pronosticado.
