Economía Global

La guerra preventiva de Estados Unidos contra Huawei

La guerra preventiva contra Huawei

En el año 2003 Estados Unidos lanzó un «guerra preventiva» contra Sadam Hussein por la «inminente amenaza» de armas de destrucción masiva que presuntamente se encontraban en Iraq y que podrían ser usadas contra Estados Unidos y sus aliados alrededor del mundo. Esta guerra preventiva resultó ser un completo desgaste para el ejército estadounidense, en altas pérdidas de vidas humanas y finalmente se descubrió que estaba basada en mentiras.

Sin embargo, no es esta la única vez que Estados Unidos recurre a ataques preventivos para hacer frente a amenazas reales o ficticias que pudiera enfrentar. Podemos recordar el golpe de estado contra Salvador Allende en Chile, el cual fue planeado y desarrollado en cooperación con la CIA, o la guerra comercial que el presidente Donald Trump emprendió contra China con el fin de frenar su ascenso económico.

Y dentro de esta última guerra de carácter «preventivo» se encuentra también la campaña contra el gigante tecnológico Huawei, empresa a la cual Estados Unidos teme, pues cree que puede estar desarrollando «puertas traseras» para espiar al resto del mundo y ser una amenaza contra la seguridad nacional del mismo Estados Unidos.

Concepto de la guerra preventiva

La guerra preventiva es una forma de adelantarse ante posibles ataques enemigos. Este concepto cobró forma durante la primera administración de George W. Bush, cuando éste decide invadir Iraq, pese a que las probabilidades de que Sadam Hussein tuviera armas de destrucción masiva eran apenas del 1%. Dentro del restante 99%, Estados Unidos ignoró la posibilidad de una guerra larga y costosa.

En el 2019, Estados Unidos ha lanzado una guerra preventiva a nivel tecnológico con Huawei, imposibilitando a las empresas americanas negociar con la empresa china y al mismo tiempo instigando a sus socios para no hacer negocios con Huawei, so pena de retirar cooperación en materia de inteligencia o de otro tipo.

Como resultado Huawei no puede acceder a contratos en Estados Unidos para instalar redes inalámbricas 5G y tampoco en países como Alemania, Nueva Zelanda o Australia, países socios de EE.UU., tampoco puede adquirir componentes que tengan tecnología estadounidense para incorporarlos a sus productos.

La oportunidad pérdida

El resultado de esta guerra preventiva es la pérdida de la oportunidad para desarrollar e implementar las redes 5G de un manera mucho más rápida y eficiente. Hay que recordar que Huawei es la empresa líder a nivel mundial en esta tecnología. Pero precisamente esto es lo que Estados Unidos desea: retrasar la llegada de redes 5G lideradas por China, puesto como ha dicho una integrante de la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos: “El país que domine el 5G dominará la innovación y fijará los estándares para el resto del mundo, y hoy no es probable que ese país sea Estados Unidos”.

El comentarista de Project Syndicate y profesor de desarrollo sostenible en la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs, ha indicado que impedir el desarrollo de Huawei bajo sospechas infundadas de supuestas «puertas traseras en el hardware y software» para espiar a Estados Unidos y a Occidente, solamente ralentizará el desarrollo mundial y la posibilidad de reducir graves problemas sociales como la pobreza. Para Jeffrey Sachs «el estándar 5G y otras tecnologías digitales pueden ayudar enormemente a poner fin a la pobreza y alcanzar otros Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas».

No hay evidencia de la amenaza de Huawei

El mismo Jeffrey Sachs había escrito anteriormente un informe al respecto sobre Huawei y recibió fuertes críticas de enemigos de China. Sachs pidió las pruebas de la industria y a altos funcionarios de las actividades indeseables por parte de Huawei. Sin embargo, lo que encontró una y otra vez es que Huawei no presenta ninguna diferencia con las empresas líderes del sector de las telecomunicaciones y que son dignas de la confianza plena por parte de Estados Unidos.

Aún así los funcionarios del gobierno americano sostienen que los equipos de Huawei podrían servir para vigilar a nivel mundial a otras naciones. Al fin y al cabo, según afirman estos funcionarios, todas las empresas chinas tienen la obligación de colaborar con el gobierno chino en asuntos de seguridad nacional cuando este lo requiera.

Pero los hechos son en realidad otros: Los equipos de Huawei de 5G son económicos y de alta calidad, mejores que muchos de sus competidores y ya se están desplegando en el mercado. El buen desempeño de Huawei se debe a años de inversiones importantes en investigación y desarrollo. Y debido a la importancia que tiene la tecnología para el desarrollo sostenible de los países de bajos ingresos, es una locura que se les niegue a estos el acceso adelantado del estándar 5G.

Estados Unidos, de hecho no ha ofrecido al mundo las pruebas de las supuestas «puertas traseras» en los equipos de Huawei, aún así quiere que el mundo evite a esta empresa a toda costa. Países como Reino Unido, que han investigado a la empresa china, no encontraron puertas traseras en el hardware y el software de Huawei, e incluso si estas se descubrieran en un futuro, es altamente probable que se les pueda bloquear rápidamente.

Lo que queda claro es que Estados Unidos mantiene un interés económico en todo esto y éste es impedir el liderazgo tecnológico de China y de todas las aplicaciones comerciales de una red 5G por parte de este país. Estados Unidos quiere que el mundo solamente adopte las redes 5G cuando estas se hayan desarrollado plenamente en América y para esto está usando todas las herramientas de saboteo disponibles a su alcance.

Un asunto de fe

Alemania, bajo presión de Estados Unidos bloqueó la entrada de la tecnología 5G de Huawei. Recientemente el jefe del servicio de inteligencia alemán sentenció el tema con una declaración que recuerda a la doctrina de la guerra preventiva:  “La infraestructura no es un área apta para una organización en la que no es posible confiar plenamente”.

Como podemos observar, Alemania rechaza a Huawei porque «no confía plenamente» en esta empresa. Su rechazo es más un asunto de fe que de cualquier otra cosa, porque no se han presentado evidencias concretas de las posibles amenazas que representaría la empresa china.

La vigilancia americana

Es importante recordar que mientras Estados Unidos acusa a China de querer vigilar al mundo, hace unos años Edward Snowden, un contratista de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) reveló las formas en que Estados Unidos trabajaba espiando las redes globales de comunicación e internet. Un punto irónico de esto es que los equipos de Huawei podrían bloquear las actividades de vigilancia tanto dentro como fuera de Estados Unidos

En este contexto, Jeffrey Sachs señala en su más reciente columna de Project Syndicate que la vigilancia global debe terminar y que Naciones Unidas debe iniciar una supervisión independiente para frenar estas actividades. En resumen lo que se necesita es más diplomacia y reglas institucionales, no una guerra tecnológica.

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Amenaza a las reglas institucionales

Aún así parece que Estados Unidos está decidido a bloquear las reglas institucionales. Ya lo demostró una vez pasando por encima de las resoluciones de Naciones Unidas e iniciando la guerra de Iraq sin evidencias concretas de que Hussein representaba una amenaza contra el mundo. Ahora Estados Unidos pasa por encima de las reglas de la Organización Mundial del Comercio, lanzando una guerra comercial y saboteando una compañía que amenaza su supremacía tecnológica. «Ahora que Estados Unidos ya no es el líder tecnológico indiscutido del mundo, el presidente Donald Trump y sus asesores no aceptan competir en el marco de dicho sistema. Buscan contener el ascenso de China. Su intento simultáneo de neutralizar la Organización Mundial del Comercio impidiendo el funcionamiento de su sistema de resolución de disputas muestra el mismo desdén por las normas internacionales» señala Jeffrey Sachs.

¿Una guerra a la vista?

La división que Estados Unidos está causando en el mundo deja grandes heridas tanto en el campo geopolítico como en el campo del desarrollo. Al pasar por encima de las reglas, el riesgo de un conflicto de escala global se incrementa y la actual desaceleración económica mundial podría empeorar. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la promoción del libre comercio sirvió para contener nuevos conflictos.

Las barreras al comercio y los negocios solo han demostrado ser el caldo de cultivo para guerras costosas y sin sentido, como sucedió con la Ley Smoot-Hawley, que impuso aranceles a los productos provenientes de Europa en los años treinta del siglo XX. La implementación de la ley solamente agravó los efectos negativos de la Gran Depresión y contribuyó al ascenso de Hitler al poder en Alemania, quien finalmente inició la Segunda Guerra Mundial.

El problema del miedo

El juego de Estados Unidos de atizar el miedo y usarlo como herramienta de acción, en lugar de la evidencia, solo es una receta segura para el desastre. Jeffrey Sachs en cambio llama a que nos atengamos a la racionalidad, la evidencia y las reglas de juego como el camino de acción más seguro. Es el momento de crear mecanismos de vigilancia independientes que reduzcan el riesgo de una ciberguerra o que las naciones usen sus armas tecnológicas para la vigilancia global. De esta manera el mundo podrá poner la tecnología al servicio del bien común, tan necesaria en estos momentos cuando hay que enfrentar problemas graves como la desigualdad y asumir el reto de mejorar las condiciones de vida de una población global en constante crecimiento.

El presente artículo tomó como referencia la columna de Jeffrey Sachs sobre el boicot a Huawei en la página de opinión Project Syndicate.

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