La economista jefe del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath ha alertado en una reciente columna del Financial Times que las economías del mundo pueden caer en la denominada “trampa de liquidez” si siguen viendo a la política monetaria como la única opción para enfrentar la crisis económica derivada de la pandemia.
En su artículo, Gopinath enfatiza en que las bajas tasas de interés de los bancos centrales pueden tener efectos contraproducentes para la economía en la medida en que la grandes empresas, bancos e inversores decidan ahorrar las grandes cantidades de dinero que ahora fluyen en la economía por cuenta de las políticas de relajación monetaria con las cuales los bancos como la Reserva Federal o el Banco Central Europeo han decidido enfrentar la crisis.
En este escenario podría observarse que las empresas y los inversores teman que en cualquier momento se produzca un aumento de las tasas de interés por parte de los bancos centrales y por este motivo decidan no invertir en acciones o capital de trabajo si no invertir su dinero en activos más seguros, pero poco productivos como el oro o la plata, e incluso en el mismo dólar estadounidense.
De esta manera, las bajas tasas de interés por parte de los bancos centrales dejan de ser un instrumento efectivo para estimular la economía, agotando rápidamente su capacidad de estímulo. A este fenómeno, el economista británico John Maynard Keynes lo llamó “La trampa de la liquidez”, pues entre más liquidez de capital tiene una economía, más capacidad de estímulo pierden las políticas monetarias (bajas tasas de interés, compras de bonos del Tesoro por parte del Banco Central, emisión de moneda).
Frente a esta realidad, Gopinath propone que los gobiernos deberían aprovechar las bajas tasas de interés de los bancos centrales para asumir más deuda, la cual se encuentra a precios históricamente irrisorios e intervenir en la economía con políticas audaces de gasto público que puedan estimular la demanda y el gasto de los consumidores. Sin dichas políticas de gasto, también conocidas como políticas fiscales, la política monetaria resulta insuficiente y las economías podrían caer en escenarios como caídas abruptas de los mercados de valores o guerras de divisas, en las que cada nación busca llevar su moneda a los mínimos más bajos posibles para estimular sus exportaciones, sin que esto resulte en un mayor gasto o mayor dinamismo económico.
La semana pasada, el cofundador del fondo Quantum Fund de George Soros, el inversor y comentarista financiero Jim Rogers, señalaba que la gran cantidad de dinero que están bombeando los bancos centrales en las economías podría llevar a uno de los peores mercados bajistas de las últimas décadas. A Rogers no le hace falta razón y es que la impresión desmesurada de dinero no solo mantiene los precios de las acciones de forma artificialmente alta sino que puede resultar en una economía estancada y deflacionaria, tal y como le sucedió a Japón en la década de los noventa, periodo en el que a pesar de los amplios estímulos monetarios la economía no mostraba signos de recuperación y la deflación llevaba a excesos de ahorro y períodos de gran desinversión.
Hoy, recurrir a la política fiscal, como instrumento para sacar adelante a las economías, se ha convertido en el nuevo mantra de instituciones como el FMI y el Banco Mundial. Se recuerda, en este sentido, las propuestas de Keynes, quien abogaba por el aprovechamiento del efecto multiplicador del gasto de los estados en la economía, el cual estimulaba el gasto por parte de las empresas y los consumidores. En este contexto, llegamos a una perspectiva que es muy diferente a la que el Fondo Monetario Internacional pregonaba luego de la crisis financiera de 2008, cuando abogaba por la austeridad como receta para salir de la crisis. Ahora, aunque el Fondo, no niega que es necesario que las economías nacionales administren sus presupuestos en un modo ordenado, estas posturas se ven profundamente relajadas con un llamado claro a apoyar las recetas del nuevo keynesianismo en las que es evidente que imprimir dinero no es suficiente, hace falta gastarlo.
Con información del Financial Times.