Economía Global

¿Cómo evitar una Guerra Fría entre EE.UU. y China?

Estados Unidos y China

Cada semana que pasa trae nueva evidencia del deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China. En los últimos días, los medios chinos controlados por el gobierno chino han atacado la “hipocresía descarada” de Estados Unidos por criticar a China en materia de derechos humanos. Por su parte, el presidente Donald Trump ha vuelto a culpar a Beijing de la pandemia del Covid-19, y ha prometido que China “va a pagar un alto precio por lo que le han hecho a este país”.

Como ha dejado en claro una serie del Financial Times durante la semana pasada, estos estallidos de confrontación son parte de un patrón más amplio en la creciente confrontación entre las dos economías más grandes del mundo. Las tensiones son tan altas que muchos comentaristas, incluidos los estadistas más renombrados del siglo XX, como Henry Kissinger, están hablando de una “nueva guerra fría”.

La profundidad de los lazos comerciales entre Estados Unidos y China, con un comercio anual de más de 500.000 dólares al año, hace que una comparación con la relación entre Estados Unidos y la Unión Soviética sea necesariamente imprecisa. Pero hablar de una nueva guerra fría capta el creciente peligro de que el orden global pueda volver a dividirse en campos hostiles.

Si bien los políticos extremistas en Washington y Beijing podrían aceptar o incluso abrazar esta rivalidad, una nueva guerra fría no es inevitable ni deseable. Sería económicamente perjudicial y militarmente peligroso tanto para ambas naciones como para el resto del mundo. También restringiría las oportunidades de vida y los horizontes de las personas de todo el mundo, que podrían encontrar restringidas sus oportunidades de estudiar, comerciar, viajar y crecer a nivel profesional y económico.

Las tensiones militares ya están aumentando a niveles peligrosos en Taiwán y en el Mar de China Meridional. Incluso si se evita el conflicto directo, una nueva guerra fría dificulta que Washington y Beijing trabajen juntos en problemas globales urgentes como el cambio climático o las pandemias. Este escenario de confrontación amenaza con dar lugar a nuevas sanciones y guerras comerciales, que la frágil economía mundial no puede permitirse.

Detener la deriva hacia una nueva guerra fría no será fácil. Es probable que requiera cambios profundos en política exterior y comercial, particularmente en China, pero también en Estados Unidos.

Si China quiere reducir las tensiones con EE. UU., bebería aplicar políticas menos agresivas en el extranjero y políticas más abiertas dentro del país. Sobre todo, Beijing debería comprender que cualquier asalto militar a Taiwán pondría fin a las relaciones comerciales normales con Occidente. China también podría reducir las tensiones en el Mar de China Meridional al aceptar la autoridad de un panel de la ONU sobre disputas territoriales para dirimir los reclamos allí.

Beijing también podría calmar parte de la ira provocada por la pandemia del Covid-19 al aceptar una investigación internacional respaldada por la ONU sobre los orígenes y la respuesta a la enfermedad. Si China quiere que sus negocios se expandan sin obstáculos en Occidente, también tendrá que cambiar las leyes que subordinan esos negocios a los objetivos de seguridad nacional de China, dejando de exigir a sus empresas que cooperen de forma irrestricta en labores de espionaje en el extranjero – algo de lo que se acusa a empresas como Huawei y ByteDance.

Por su parte, Estados Unidos debería controlar cualquier deseo instintivo de bloquear el ascenso económico de China por razones puramente de política de poder. China tiene un derecho legítimo al desarrollo y la prosperidad. Si sigue creciendo, será casi inevitablemente la economía más grande del mundo en unos años por PIB nominal; según algunas métricas alternas, ya lo es.

Estados Unidos tiene razones de seguridad legítimas para desconfiar de las actividades de algunas empresas chinas, particularmente en el ámbito tecnológico. Pero esto no debería extenderse en forma de acoso rutinario de empresas, investigadores o periodistas chinos. La Casa Blanca también debería abandonar la idea de que la mera existencia de un déficit comercial prueba que algo anda mal en las relaciones entre Estados Unidos y China, o que China está manipulando deliberadamente su moneda para exportar más.

Estos pasos no serán fáciles, ni para Washington ni para Beijing. Pero a menos que ambas partes, comenzando con China, hagan esfuerzos para detener el deterioro en las relaciones, las perspectivas para la seguridad global, la economía mundial y el medio ambiente serán más oscuras como resultado. Precisamente por esto es necesario que ambas naciones se comprometan a toda costa a evitar una nueva Guerra Fría.

Con información del Financial Times.

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