Análisis

China, con una masiva producción de electricidad, será la próxima potencia energética

El más reciente informe de The Economist señala que aunque Estados Unidos es el mayor productor de petróleo, la supremacía energética se encuentra en otra parte del mundo.

No hace mucho tiempo, el presidente de los Estados Unidos declaraba en un mitin de campaña en Midland, Texas, que el país era ahora la súper-potencia energética número uno en el mundo. Estas declaraciones las daba teniendo de fondo un escenario de relucientes barriles negros de petróleo y destacando la producción de petróleo de esquisto, sacado de las arenas bituminosas.

Es bastante cierto que América, Estados Unidos, está ahora produciendo muchos más barriles de petróleo que en el pasado. Las exportaciones de petróleo han aumentado ligeramente, mientras que las importaciones han disminuido dramáticamente. Esta situación le ha permitido a Estados Unidos imponer sanciones a Irán y a otros países productores de petróleo, como Venezuela, con total impunidad y ciertamente le han dado al país una ventaja geopolítica que le ha facilitado las cosas a nivel internacional.

Sin embargo, también es cierto que mientras aumenta la producción de petróleo, y gas, en Estados Unidos (algo soñado por presidentes como Woodrow Wilson o Franklin Delano Roosevelt), la demanda mundial por petróleo ha venido disminuyendo. El más reciente informe sobre perspectivas del consumo de petróleo publicado por la compañía petrolera BP, indicaba que en el 2019, el mundo habría tocado su techo en cuanto a la demanda de petróleo. De ahí en adelante, lo que podemos esperar es una disminución constante en la demanda y el uso del petróleo. BP plantea tres escenarios, uno en el que la demanda se mantiene a un ritmo similar, uno en el que hay una demanda constantemente decreciente del petróleo, y uno en el que la demanda cae abruptamente por los cambios políticos introducidos por los gobiernos para frenar el calentamiento global; en todos los escenarios no se observa una recuperación de la demanda a los niveles observados en 2019.

Estas perspectivas indican claramente que lo que significa hoy ser una superpotencia energética está cambiando. Esto por un cambio significativo, el reconocimiento por parte de los países de que para poner fin al cambio climático se deben abandonar los combustibles fósiles.

En este nuevo escenario, China, país que se dirige a un “ascenso pacífico” en la arena de poder internacional, y el cual es hoy el más grande importador de petróleo del mundo, ha venido a darse cuenta de que para continuar con su crecimiento económico necesita superar su dependencia del petróleo. La mayor parte del petróleo del mundo atraviesa por el estrecho de Ormuz, una región controlada por Irán y que fácilmente puede ser cerrada debido a conflictos geopolíticos; algo que claramente no favorece a China.

Esta difícil realidad, así como las necesidades ambientales de cambio que nos ubican, como humanidad, con un objetivo de cero emisiones de carbono para la década de los cincuenta del presente siglo, hacen que China vea la necesidad de desarrollar su propia industria energética y deje de depender del petróleo y el gas para el consumo interno.

Es por esta razón que China está acelerando la producción de energías renovables, convirtiéndose en el país que más invierte en este tipo de energía.

Todas las más recientes estadísticas indican que China, es de lejos el mayor productor de energía renovables del mundo. (Ver Gráfica).

Lo que le falta a China en suministros de petróleo y gas lo compensa con la política industrial, que ha estado utilizando durante mucho tiempo para apoyar la producción nacional de carbón y energía nuclear, así como lo que ahora es, con mucho, el sector de energías renovables más grande del mundo.

Las empresas chinas han invertido en minas desde la República Democrática del Congo (RDC) hasta Chile y Australia, asegurando el acceso a los minerales necesarios para paneles solares, vehículos eléctricos y similares. Incapaz de ser un petro-estado, China se está convirtiendo en lo que se podría llamar un electro-estado, invirtiendo estratégicamente a lo largo de toda su cadena productiva para lograr este propósito.

La evolución de los sectores nuclear, eólico, solar y de baterías de China varía un poco, pero la fórmula básica sigue siendo la misma: aprender de los extranjeros y luego utilizar inversiones masivas y dictados autoritarios para apoyar el despliegue a gran escala. Las subvenciones nacionales y extranjeras han ayudado. El apoyo a las energías renovables en Europa en la década de 2000 creó una demanda de paneles solares que solo las empresas chinas, con la ayuda del estado, podían satisfacer. Los gigantes chinos de las baterías, liderados por CATL, se beneficiaron de una política que subsidiaba los vehículos eléctricos solo si usaban baterías con proveedores nacionales.

Pero a diferencia de los combustibles fósiles, estas energías renovables necesitan de muchos minerales raros para operar en el mercado, bien sea a través de las baterías de los coches o de otras formas. El mundo tiene amplias cantidades de estos materiales, pero por el momento ha resultado difícil extraerlos. Únicamente las compañías chinas han sido capaces de llegar allí, donde la inversión occidental ha sido escasa, para extraer este tipo de materiales.

Las empresas chinas han ayudado a llenar el vacío. Algo de esto se debe a la inversión nacional. China produce el 60% de las «tierras raras» del mundo, que tienen propiedades que las hacen útiles en motores eléctricos, entre otras cosas. Generalmente, no son raros en un sentido geológico, pero pueden escasear. (También a menudo se extraen de formas que causan un gran daño al medio ambiente local).

En el caso de otros metales, China tiene que mirar más lejos. Tianqi, una empresa privada, tiene una participación minoritaria en SQM, la mayor minera de litio de Chile del que dependen las baterías. Tsingshan ha invertido en proyectos de níquel de grado de batería en Indonesia. El cobre y el cobalto de la República Democrática del Congo han atraído a inversores chinos durante más de una década, y las minas que pertenecen a otros a menudo envían su producción a China de todos modos. China refina más del doble de litio y ocho veces más cobalto que cualquier otro país, según BloombergNEF, un equipo de investigación.

En este contexto de rápida transformación económica y tecnológica, China está intensificando el paso en la transformación de las fuentes de energía, asestando un duro golpe a la supremacía de los otrora líderes energéticos, como lo fue en su momento el Cartel de la OPEP y al que es hoy el mayor productor de petróleo del mundo, Estados Unidos. Si las demás naciones no despiertan a esta realidad, pronto se encontrarán en un estado de dependencia y lamentarán no haber invertido antes en la que era la industria claramente determinante del siglo XXI, las energías renovables.

Con información de The Economist.

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